Mujeres que cuentan

Con su trabajo defiende las tradiciones y la materia prima en el mundo de la sidra

Con su trabajo defiende las tradiciones y la materia prima en el mundo de la sidra

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Arantza nació entre ‘kupelas’ y su primer gran reto fue conseguir que los clientes de la sidrería dejaran de verla únicamente como la hija de Antonio y la vieran como la nueva responsable de la sidrería familiar Iparraguirre. Desde entonces, muchos han sido sus logros en un mundo tradicionalmente masculino como es el de la sidra vasca.


Fue la primera mujer presidenta de la Asociación de Sidreros y propulsora de la creación de la D.O. Euskal Sagardoa. Gran defensora de la importancia de la materia prima y de su origen, tenía claro que para que la sidra vasca tuviera futuro, había que reforzar la identidad vasca y eso significa respetar las tradiciones y la materia prima.

Más tarde, se convirtió en la primera mujer presidenta de la Asociación de Sidreros, y en la actualidad es la Presidenta de ENEEK, el Consejo de Agricultura y Alimentación Ecológica de Euskadi. Con este currículo está claro que Arantza Eguskiza es una mujer referente en el mundo de la sidra. ¿Tienes 3 minutos? Pues si le das al play, conocerás a esta gran profesional.

He nacido en una sidrería. La vida me ha ido llevando a eso y al final me ha llevado a lo que es mi origen y mi esencia.

Soy Arantza Eguzkiza y soy una mujer que cuenta.

Tengo muy metidos los olores de la manzana en la prensa, los olores de la sidra, la gente que venía a probar a la sidrería, los bertsolaris, que venían, porque a mi padre le encantaban.

Desde pequeñitas, nosotras hemos estado en la sidrería, sirviendo las tortillas… Hemos tenido relación con los clientes de casa.

Estudié Derecho, falleció el ama, y entonces, pues me pidió el aita… Como hija mayor y somos dos hermanas, cuando tocó tirar del carro, pues se tiró.

Mi padre, mi aita, hubiera querido un hombre, un chico, un hijo. El hecho de ser mujer no era fácil y menos hace treinta años. Estabas en un segundo plano, éramos hijas de Antonio, y así fui aprendiendo de una forma natural. Fue duro para mí el año en que mi aita no bajó a la bodega a acompañarme. Me di cuenta de que estaba sola.

Mi amona falleció cuando yo tenía seis años o así. Para mí…. No me había pasado esto nunca… Era una mujer de muchísimo carácter. No se dejaba dominar. Yo creo que en mi inconsciente ha sido un modelo a seguir y, de hecho, cuando se enfadaban conmigo me decían: «Eres igual que la abuela, que la amona».

Para que el mundo de la sidra tenga futuro teníamos que reforzar la identidad de la sidra vasca. Entonces, ¿en qué te tienes que basar? En la materia prima.

En ese momento, tenía 48 años y me dije… ¡Me parecía un reto tan heavy! La asociación lleva más de sesenta y tantos años. A final de cuentas, en el mundo de la sidra, si estamos donde estamos también, es porque otros que nos han precedido la han trabajado para tirar adelante. Entonces somos una cadena, ¿no? Somos un pequeño eslabón de esa cadena.

Fue lo más duro, el sacar el Euskal Sagardoa porque era la forma de que la sidra vasca tuviera futuro.

Para la denominación de origen se ha sacado el ADN de 115 variedades de manzanas sidreras. Y sabemos que hay más. Eso es lo que nos da identidad. No somos conscientes de lo que hay detrás del producto local. Por ejemplo, el txotx es algo que nos identifica en todo el mundo.

Nos encanta que el paisaje esté limpio, que esté verde. ¿Eso cómo se hace? Con el esfuerzo de unas personas que mantienen los campos, los trabajan. Esa es una materia prima que tenemos aquí, producto local. Y ya el máximo nivel de calidad, no cabe duda, que tienen los productos ecológicos.

En esta vida, para mí, ha sido siempre muy importante saber a dónde quieres llegar.

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