Javier

Asesor Nutricional

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Pedro

Me gustan las fresas, pero aunque las lave bien no se terminan de limpiar del todo. Se quedan muchas pepitas pegadas. ¿Puede ser peligroso para la salud? He leído que es importante lavar muy bien las frutas porque si no, se pueden contraer enfermedades a través de bacterias.

Verá que, las pepitas que quedan pegadas, pueden estar hundidas o sobresalir de la pulpa. Estas últimas aumentan la resistencia de la superficie, pero muchas se desprenden durante el lavado. Generalmente, preferimos el fruto con pocas pepitas, no porque suponga un peligro para nuestra salud, sino por el inconveniente de que al morderlas se queden entre los dientes o por esa incómoda aspereza que se nota al comerlas. Es importante que, cuando se consumen frutas crudas, se lleven a cabo de manera correcta una serie de acciones muy sencillas, como limpiarlas bien y con abundante agua o lavarnos las manos antes de manipularlas. Esto previene muchas de las enfermedades causadas por microorganismos patógenos, como ciertas bacterias. La relación entre ciertas prácticas incorrectas de manipulación de alimentos y la aparición de enfermedades transmitidas por alimentos, o toxiinfecciones alimentarias, está más que demostrada.
En resumidas cuentas, si le gustan las fresas y no le resulta desagradable o incómodo notar las pepitas, siga consumiéndolas sin preocuparse, bien lavadas eso sí.

Irene

Me encantan los zumos de frutas y cada mañana y cada tarde me hago un zumo de frutas variadas (mango, pomelo, piña, kiwi…) con licuadora. Siempre he pensado que era un hábito sano, al hacerlos con fruta natural, pero he oído que no es muy recomendable beber tanto zumo por los azúcares. ¿Es verdad?

Pues ha oído bien, el consumo muy frecuente de zumos no resulta recomendable. Pero eso no significa que no podamos tomar zumos naturales, solo que, de consumirse, debe hacerse moderadamente. En el documento “Consumo de zumos de frutas en el marco de una alimentación saludable: Documento de Postura del Comité Científico “5 al día””, se puede ampliar información, pero en él se recomienda delimitar el consumo de zumos de
frutas a un máximo de 1 ración al día.
Dicho esto, cuando los comités de expertos en materia de nutrición hablan de reducir el consumo de azúcares, no solo se refieren al azúcar blanco que tenemos en el azucarero de casa, sino también a la miel, a productos similares al azúcar blanco (azúcar de caña, siropes, etc.), a los azúcares añadidos a alimentos, y al azúcar presente de forma natural en zumos, aunque sean caseros. Quedan excluidos de esta recomendación los azúcares naturalmente presente en las frutas enteras y en los lácteos. Los dos riesgos asociados a un elevado consumo de zumos, en sustitución de la fruta fresca, son el incremento del peso corporal y la diabetes tipo 2. Es probable que esto guarde relación con la rapidez y cantidad con la que entran los azúcares de las frutas en nuestro cuerpo cuando las consumimos en forma de zumo, en comparación con lo que ocurre cuando las masticamos. Piense en cuánto tiempo tardará, por ejemplo, en consumir tres naranjas enteras y en cuánto tiempo puede beber el zumo de tres naranjas recién exprimidas. Tomar la fruta entera aumenta la sensación de saciedad, hace que comamos menos cantidad y nos beneficiamos del consumo de la fibra.
En cualquier caso, si su consumo de zumos es moderado (unas pocas veces al mes), no habrá problema y todo serán beneficios.

Marta

Me acaban de confirmar que padezco intolerancia a la lactosa y estoy preocupada por si no tomo la suficiente cantidad de calcio, porque no conozco otros alimentos que me puedan proporcionar calcio a parte de la leche, los yogures o el queso.

Debe saber que muchas personas con intolerancia a la lactosa pueden tomar leche, yogur o queso. Diversas investigaciones han comprobado que los individuos con intolerancia o mala absorción de la lactosa pueden tolerar hasta 12 gramos de lactosa, siendo lo más habitual tolerar entre 4 y 12 gramos en una dosis única (el equivalente a ½-1 vaso de leche, 1-2 yogures, o 1-2 raciones de queso). Un vaso de leche tiene aproximadamente 12 gramos de lactosa, una ración grande de queso 6,5 gramos, un yogur 4 gramos, una ración habitual de queso 0,5 gramos y una cucharadita de mantequilla 0,1 gramos. Hoy por hoy, se aconseja consumir entre dos y tres raciones de lácteos al día, pudiéndose ingerir en pequeñas porciones a lo largo del día para una mejor tolerancia de la lactosa. Si toma leche, es preferible que lo haga junto a otros alimentos para minimizar los potenciales problemas que se observan con mayores cargas de lactosa, y el yogur suele sentar mejor que la leche en casos como el suyo. Si su intolerancia a la lactosa es muy pronunciada (consulte a su médico), es aconsejable que priorice el consumo frecuente de verduras con pocos oxalatos (componentes que dificultan la asimilación de algunos minerales, como el calcio), como es el caso de la col, el brócoli, la col de Bruselas, el repollo o las berzas. Otros alimentos aconsejables son los frutos secos, las legumbres y los alimentos enriquecidos en calcio. Sin olvidar que para mejorar la asimilación del calcio es necesaria la vitamina D, la cual la obtenemos de la exposición directa a la luz solar diariamente (10 minutos en verano, 30 minutos en invierno), de alimentos grasos como los lácteos enteros, pescados azules o yema de huevo, y de alimentos que hayan sido enriquecidos con esta vitamina.

Eva

Tengo el estómago bastante delicado y me dicen que tenga mucho cuidado al pedir ensaladas (alimentos crudos) en restaurantes porque puede que no siempre limpien bien las verduras. ¿Qué tipo de enfermedades se pueden trasmitir a través de las ensaladas?

Aunque el riesgo de contraer una infección alimentaria por consumir una ensalada es bajo, es cierto que hay algunos factores de riesgo a tener en cuenta. Si se padecen determinadas enfermedades que comprometen la respuesta inmune (muy poco habituales), se debe extremar la precaución e incluso utilizar los desinfectantes autorizados a tal efecto. Además, existe la posibilidad de que se produzca una contaminación cruzada (trasvase de microbios patógenos de unos alimentos contaminados a otros alimentos que no lo estaban, tanto por contacto directo como indirecto a través de superficies, utensilios, etc.), lo que provocaría que una ensalada pueda portar cualquier clase de microorganismo. Esta se produce, sobre todo, cuando se usan utensilios para preparar la ensalada que antes han sido utilizados en alimentos crudos de origen animal, una situación que solo generan las malas prácticas culinarias. Sea como fuere, las enfermedades más preocupantes vinculadas al consumo de ensaladas son las generadas por tres microorganismos: Listeria monocytogenes, Salmonella enterica o E. coli. Sin embargo, hoy en día, el control de la cadena alimentaria evita la mayor parte de las contaminaciones por microorganismos patógenos en los alimentos a la venta. En todo caso, siempre hay que lavar bien las hortalizas y frutas, con abundante agua potable para eliminar restos de suciedad, insectos o parásitos y se deben usar utensilios limpios.

Javier

En una ocasión sufrí una salmonelosis que me supuso ingresar en el hospital, al parecer, fue debido a comer marisco en mal estado. Pensaba que la bacteria de la salmonelosis solo se podía encontrar en los huevos. ¿Qué otros alimentos pueden contenerla?

La salmonelosis es una toxiinfección alimentaria causada por la bacteria salmonela, que por lo general vive en los intestinos de los animales y de los humanos y se expulsa a través de las heces. La mayoría de personas se infectan a través del agua o de alimentos contaminados. Dentro de esta última categoría, los más comunes son los huevos crudos o poco cocinados utilizados para elaborar mayonesa, tortillas (poco cuajadas), etc., pero todos los alimentos de origen animal pueden ser fuente de salmonela: carnes de ave, cerdo o bovino; huevos, leche o sus derivados; y mariscos, especialmente aquellos que habitan en el litoral, como el mejillón, la almeja, los percebes o las navajas. También pueden contenerla los vegetales regados con aguas contaminadas. El marisco vive y crece enterrado en los fondos arenosos o fangosos y se alimenta filtrando el agua durante las mareas altas. De este modo, concentra contaminantes y bacterias patógenas como la salmonela, que se hallan en el agua y los fangos en los que habita. Aunque no se pueden comercializar alimentos que superen los límites máximos de contaminantes establecidos por la normativa europea, la principal medida para evitar riesgos con el marisco es consumir productos extraídos en zonas autorizadas o procedentes de establecimientos autorizados, que velan por su trazabilidad a lo largo de toda la producción. Por otro lado, si se consumen en casa, se pueden prevenir en gran medida este tipo de infecciones siguiendo unas normas básicas de higiene durante la manipulación de los alimentos y una buena cocción.

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