Mujeres que cuentan

La vida es un aprendizaje continuo

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Hay incontables proyectos de mujeres con potencial como para cambiar el mundo, pero hace falta apoyo y visibilidad


Maitane Alonso Monasterio es una joven estudiante de medicina segura de sí misma y de que el mundo puede cambiar. De hecho, ella ya ha empezado a hacerlo con uno de sus inventos. Se trata de una máquina para prolongar la vida de los alimentos sin químicos ni gasto energético, algo muy necesario, sobre todo, cuando se desecha un tercio de la producción mundial de alimentos.

A pesar de su juventud, esta mujer inventora ha sido premiada varias veces por su proyecto a nivel nacional e internacional. Su exitosa trayectoria, le ha llevado hasta el campeonato Internacional de Estados Unidos. Allí consiguió el segundo puesto en microbiología y, entre otros, un galardón estratosférico: un asteroide con su nombre.

La revista Forbes también ha reconocido el talento de esta joven mujer vizcaína al incluirla en la lista de “Las Otras 100 Mayores Fortunas”. Una lista con las personas que no destacan por su propia fortuna económica, sino por procurar a las demás una fortuna a nivel social y medioambiental, que, como dice Maitane, son nuestras verdaderas fortunas.

Le gusta poner en valor la curiosidad, las preguntas y la búsqueda conjunta de respuestas. Es una visión de la ciencia y de la vida en general que sus padres potenciaron en ella. También defiende a las personas de su generación, que, al contrario de lo que se dice, está llena de jóvenes con potencial para cambiar el mundo. Y aclara que no tiene por qué haber una gran acción, el cambio del mundo vendrá por la suma de pequeñas acciones.

En este vídeo, que te invitamos a ver, Maitane nos contagia con su alegría y visión de la vida y nos anima a que aportemos lo mejor que tengamos y que encontremos nuestro huequito en el mundo. Y anima a las niñas a hacer lo que realmente les apasione, ciencia o arte, da igual, pero que no se dejen influenciar por la creencia de que las niñas no son tan buenas en matemáticas.

No. La verdad es que yo, ni en mis mejores sueños, habría llegado a imaginar que iba a ser investigadora, y en realidad es algo que me hace inmensamente feliz en mi día a día.

Soy Maitane Alonso Monasterio y soy una mujer que cuenta.

Yo me acuerdo cuando comencé el proyecto no tenía absolutamente ningún medio y la primera máquina la hice con un cacho de una persiana rota, unas cajas de plástico… Era una idea muy loca. Yo me acuerdo de que mis amigos en broma me decían: “La locura de las hamburguesas”.

A mi padre le encanta hacer barbacoas y siempre nos sobraba un montón de comida y me paré a pensar: “Pero ¿qué estamos haciendo? Estamos desechando un tercio de la producción mundial de alimentos”. Y a mí este dato me revolvió algo dentro. Cuando conecté la primera máquina, no funcionaba. ¡Cómo iba a funcionar! ¡Si tenía dieciséis años y casi no sabía ni enchufarla! El proyecto se llevó el primer premio en la Feria de Ciencias de Elhuyar, que me llevó a la feria Exporecerca Jove en Barcelona y esto me llevó a Chile. Pasó a la final del campeonato internacional de Estados Unidos, donde se llevó el segundo premio del mundo en microbiología por el que el MIT va a poner el nombre a un asteroide, que yo sigo sin creérmelo.

Es que yo muchísimas veces he oído que se dice: “No, la generación nini, que ni estudia, ni trabaja, ni quiere hacer absolutamente nada”. Y una de las cosas que a mí más me duele es cuando se habla de la falta de referentes. Hay incontables. De verdad os lo digo. Incontables jóvenes con proyectos absolutamente increíbles con potencial para cambiar el mundo y lo único que hace falta es apoyo y visibilidad. Por supuesto que estamos enfadados. Nos hemos olvidado de lo que verdaderamente importa, y es nuestro planeta, que es nuestro hogar. Porque muchísimas veces da como la sensación de que los problemas ajenos no nos importan hasta que los tenemos cerca, como se ha visto con esta pandemia. Lo que pasa con la ciencia y la investigación es que no va a haber una gran acción que es la que vaya a cambiar todo, sino que se trata de la suma de pequeñas acciones. Porque la única manera de construir montañas es ir granito a granito.

Yo a mis padres les debo absolutamente todo. Yo era una persona a la que el sistema que tenemos le había quitado las ganas de aprender. Y yo tuve la enorme suerte de que mi familia supo recuperar esa llamada a la curiosidad.

Yo era la persona que, pues cuando estaba igual en la ESO, era la que en clase de Biología no quería nada que ver con la ciencia, la que se dormía al sol en clase de Bio porque estaba absolutamente desencantada con este sistema educativo en el que si no haces el problema de la manera en la que te han explicado está incorrecto, aunque tú hayas encontrado otro camino para llegar a la misma respuesta. Con un sistema educativo en el que parece que preguntar está mal, en el que no saber está mal, y muchísimas veces vemos cómo, a veces hasta inconscientemente, a los niños, cuando están preguntando, les vamos cortando las alas y les decimos: “Porque sí. Porque las cosas son así. Porque el mundo es así”. Porque igual, muchas veces nos pueden hacer una pregunta a la que no tenemos respuesta. Y a mí una de las cosas que me parecen más sabias es admitir la propia ignorancia, porque al final la vida es un aprendizaje continuo, en la que cada día vamos aprendiendo. Y qué hay más bonito que poder contestar a una pregunta: “Verdaderamente no lo sé, vamos a aprenderlo juntos”. Y mis padres siempre me incentivaban a preguntar: “Y digan lo que te digan, nunca te canses de preguntar”.

Un día se me ocurrió: “Oye, y ¿cómo podríamos acercar lo que es la ciencia a todo el mundo?” Como coger un megáfono y gritarlo a los cuatro vientos. Puse un stand con las máquinas y con material científico, en la feria de San José, por donde iban pasando la gente pues de poteo y así, que no te imaginas la de personas que se animan a debatir sobre ciencia, intercambiar ideas…

Pues la verdad, porque… ¡Jo! Pues no sabría decirte. Las ideas más locas son las que más hay que intentarlo.

¿Qué habría pasado si Einstein, si Schrödinger, si Flemming hubieran sido mujeres? ¿Qué habría pasado con sus investigaciones y dónde estarían hoy en día? Y es que el número de referentes que encontramos de mujeres en lo que serían los libros de texto es muchísimo más reducido. Me suena que es un 7,6 por ciento. Es un dato que es escalofriante, sobre todo para las niñas, porque está demostrado que las niñas ya en primaria empiezan a alejarse de las matemáticas porque se han empezado a creer que ellas no son tan buenas. No consiste en que todas las niñas de repente se vayan a las carreras de Ciencia y Tecnología, porque entre esas niñas habrá artistas maravillosas. Que ninguna tenga ningún límite, y sobre todo que todos tengan la oportunidad para poder encontrar lo que verdaderamente les apasiona.

Recibí a finales de 2020 el premio Hipatia, y ahora en enero el proyecto ha sido incluido entre la lista de Forbes de Las Otras Cien Mayores Fortunas, por supuesto que no en dinero, sino por temas de fines sociales, medioambientales, que son lo que realmente son nuestra fortuna.

Cuando los premios de Estados Unidos y todo esto, que tuve oportunidades pues igual de haberme ido, pero, sin embargo, a mí me parece muy importante decir: “Yo me quedo”. Porque si nos vamos todos, ¿quién va a construir lo de aquí? ¿Quién va a construir lo nuestro?

La única manera de construir un futuro mejor es si todos y cada uno de nosotros aportamos nuestro granito de arena. Se trata únicamente de encontrar nuestro huequito en el mundo.

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