Sus cálculos en relación a los azucarillos presentes en los refrescos no son del todo exactos. Una lata de refresco de naranja contiene siete terrones de azúcar, si se tiene en cuenta que cada terrón pesa 5 gramos. La lata de limón tiene siete terrones y medio, y la de cola seis terrones y medio. Si en verano se toma tres refrescos al día, consume veintiún terrones de azúcar, solo con esas bebidas. El consenso español de prevención y tratamiento de la obesidad, firmado por once sociedades científicas y refrendado por el Ministerio de Sanidad, considera probado el papel de las bebidas azucaradas en la obesidad. Así que su miedo a engordar por tomar estos productos está justificado. En cuanto a las variedades de refrescos “cero” o light, no contienen azúcar, sino edulcorantes sin calorías. Son unas sustancias con un gran sabor dulce, pero no aportan energía. No obstante, su consumo no va a conseguir que pierda peso, solo evita el incremento de kilos que se hubiera producido al beber el otro tipo de refrescos. En todo caso, su gran sabor dulce puede alterar nuestro paladar y hacer que nos acostumbremos a ese sabor tan potente, por lo que acabaríamos por no apreciar el sabor de alimentos saludables como frutas y hortalizas, con un importante papel preventivo en la obesidad. Así que la clave es intentar sustituir las bebidas azucaradas por agua.

Es cierto que los productos “light” son menos calóricos, aunque lo que le dicen también puede resultar cierto. El Reglamento 1924/2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, establece que: “solo podrá declararse que se ha reducido el contenido de uno o más nutrientes, así como efectuarse cualquier otra declaración que pueda tener el mismo significado para el consumidor (por ejemplo, “light”), si la reducción del contenido es de, como mínimo, el 30%”. Así pues, la mayonesa “light” que usted consume debe tener como mínimo, por ley, un 30% menos de calorías que la versión de esa misma mayonesa que no sea “light”. De todas maneras, no podemos ignorar que ese 30% de menos se aplica sobre un producto muy calórico como es la mayonesa (700 Kcal/100 g; 210 kcal por cucharada). Por lo tanto, aunque usted consuma la misma cantidad de mayonesa light que la que consumía antes de la mayonesa normal, seguirá tomando muchas calorías. Además, es muy probable que esté añadiendo más mayonesa de la que hubiera añadido si no fuera “light”, con lo que acabará por tomar las mismas o más calorías que antes. Esto incrementará de forma notable su riesgo de ganar peso con el paso de los meses. En conclusión, no conviene que añada de forma habitual mayonesa en sus platos, sea o no baja en calorías, pruebe a acompañar los platos con hortalizas, a dar sabor usando limón o ajo y experimente con las especias.

Los helados cremosos (los de bola que usted comenta) tienen, sin lugar a dudas, muchas más grasas que los helados de hielo. Dos bolas de helado cremoso tienen cerca de 10 gramos de grasas, mientras que una ración típica de helado de hielo aporta menos de 0,5 gramos de grasas. En cuanto a los azúcares, los helados cremosos también tienen más cantidad que los de hielo, aunque no mucho más: 26 gramos en el cremoso frente a los 22 gramos en el de hielo. Como un gramo de grasas aporta 9 kilocalorías y un gramo de azúcar aporta 4 kilocalorías, el contenido calórico de las dos bolas de helado es muy superior que el del helado de hielo (200 kcal frente a 90 kcal, aproximadamente). En cuanto a los colorantes empleados para cualquier alimento son del todo seguros.
Por tanto, sería menos recomendable el consumo frecuente de helados cremosos que el de helados de hielo, pero hay que tener en cuenta que los helados, de cualquier tipo, están situados en el vértice de la Pirámide de la Alimentación Saludable, lo que nos indica que se recomienda consumirlos de manera ocasional, por tanto, no importará mucho la elección que haga mientras respete esta recomendación. También pueden probar a hacer helados en casa, a base de lácteos y frutas, que pueden tener una presencia más habitual en el marco de una alimentación saludable.

Precisamente debido al revuelo que comenta, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2015 un documento con preguntas y respuestas sobre la carcinogenicidad del consumo de carne roja y de la carne procesada, que puede consultar en este enlace: https://www.iarc.fr/en/media-centre/iarcnews/pdf/Monographs-Q&A_Vol114_S.pdf
La OMS define la carne roja como toda la carne muscular de los mamíferos, incluyendo carne de res, ternera, cerdo, cordero, caballo, y cabra.
Así como la carne procesada fue clasificada como grupo 1: cancerígeno para los seres humanos, porque hay pruebas sólidas que relacionan el consumo de carne procesada con el aumento del riesgo de sufrir cáncer de colon; en el caso de la carne roja la evidencia no es tan clara, es limitada, por eso fue clasificada en el grupo 2A: probablemente cancerígena para los seres humanos. En cuanto a la cuantificación del riesgo, como la evidencia es limitada resulta complicado de estimar, pero los estudios sugieren que el riesgo de cáncer colorrectal podría aumentar un 17% por cada porción de 100 gramos de carne roja consumida diariamente. En cuanto a recomendación de consumo máximo, para estos organismos no hay datos disponibles como para establecerlo, pero hay que tener en cuenta que el riesgo aumenta con la cantidad consumida, y que las carnes rojas, sobre todo las magras, pueden tener propiedades beneficiosas con proteínas de alta calidad, ser buena fuente de hierro, etc. Sin embargo, la Fundación Internacional para la Investigación del Cáncer sí da recomendación máxima de consumo de carne roja: 300 g semanales.
Como recomendación general para reducir el riesgo de sufrir ciertos tipos de cáncer: lleve una alimentación saludable basada en alimentos de origen vegetal y poco procesados.

La información más fiable en nuestro país sobre la presencia de mercurio en el pescado la proporcionó la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN). Lo puede comprobar en este enlace: https://www.aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/para_el_consumidor/ampliacion/mercurio_pescado.htm Según la AECOSAN, los posibles efectos negativos del mercurio en la salud solo son preocupantes en la edad infantil y en mujeres embarazadas o lactantes. En el caso de las mujeres embarazadas, o que puedan llegar a estarlo, se debe proteger al feto contra los efectos adversos en el neurodesarrollo. En el caso de las mujeres que amamantan, también es conveniente emitir recomendaciones de precaución porque el mercurio puede aparecer en la leche materna y pasar al bebé afectándole también a nivel de neurodesarrollo. La AECOSAN mantiene una serie de recomendaciones dirigidas a estos grupos de población, que ya emitió en 2011 y son las siguientes: las mujeres embarazadas (o que puedan estarlo), las mujeres en fase de lactancia y los niños/as de corta edad (menores de tres años) deben evitar el consumo de especies de pescado con contenidos de mercurio más altos. Esas especies son: pez espada, tiburón, atún rojo y lucio. La recomendación es distinta en el caso de niños/as de edades comprendidas entre los 3 y 12 años: se deben limitar el consumo de las citadas especies a no más de 50 gramos a la semana o 100 gramos cada dos semanas.