Los productos locales son importantes porque mantienen nuestras raíces y porque son garantía de calidad y respeto por el entorno social y económico de cada región.
Ternera Gallega, Tarta de almendra Dispravia, Queso Fontelas … son productos de los que nacen historias, historias con un origen. Consumiendo producto de aquí haces posible que historias como estas que te contamos sigan sucediendo.
La historia de:
“¡Tenía tantas ganas de que llegase el verano! Volver al pueblo, pasar más tiempo con la familia y los amigos. Además, es la época de los festivales, de las acampadas y las barbacoas, como la que vamos a celebrar esta noche. Mis amigos y yo hemos venido al Eroski. Sé que aquí vamos a encontrar los productos de toda la vida, los que mis padres y antes mis abuelos han llevado siempre a la mesa, los productos de aquí. ¡Pero hay tanto donde elegir!, Menos mal que mi madre me lo ha dejado bien claro: «Brais, pide Ternera Gallega, la del sello, ¡la nuestra!». Y la ocasión lo merece.”
Brais, Galicia
“Mis recuerdos de verano siempre arrancan con el olor característico de las judías recién regadas muy temprano por la mañana, antes de que el sol inundase la huerta de mi abuelo. Ese olor y el sonido de las hojas recibiendo los golpes del agua me acompañaba cada mañana en mi desayuno y marcaba lo que sin duda sería un día lleno de nuevas aventuras y felicidad.”
“El principio del verano me trae siempre a la memoria las mañanas frescas de la infancia, mis pisadas sobre la tierra húmeda de la finca, la mano de mi madre entre las matas de judías que recogíamos con tanto cuidado. El principio del verano está lleno de los olores y sabores de nuestra huerta.”
“Cada sábado de verano mi abuela y yo visitábamos la tienda de Carmiña solo para seleccionar la mejor almendra con sus expertas manos. Después Manolo, molía nuestra selección y mi abuela preparaba una maravillosa tarta de almendra, que ella misma amasaba y horneaba para que yo y mis tios y primos, que venían cada año desde lejos, grabásemos en nuestro paladar ese sabor único, lleno de cariño y emociones que tan felices no hacían.”
“La casa de la abuela olía a humo de leña y a almendras molidas. Regresar a la aldea a pasar los largos veranos de entonces desde Suiza era anticipar las lentas tardes de sobremesa, con toda la familia reunida, al fin, alrededor del café de pota y de mi tarta favorita.”
”Las temporadas de vacaciones que pasaba en casa de mis abuelos y tíos, siempre arracaban de la misma manera, con el aroma de la leche recién hervida que mis abuelos ordeñaban con sus propias manos para elaborar queso. Un queso cargado de cariño y esmero, un queso que llenaba nuestro paladar dejando un rastro de humo de abedul, abedul de los montes de la familia que dan resultado a un queso inigualable, inimitable, único…”
”Era el queso favorito de mi abuelo. Tenía un cuchillo especial para cortarlo, de “maestro quesero”. Era toda una liturgia para él. Le encantaba comerlo con la corteza natural y disfrutar de su sabor ahumado con leña de abedul. No recuerdo un aperitivo en el pueblo sin la tabla de quesos del abuelo. Sus manos olían a humo, sus abrazos todavía me alegran los veranos. ”
“Cada día antes de comer, a la salida del colegio, mis compañeros y yo esperábamos impacientes en la puerta para ver llegar a nuestras madres subiendo la cuesta que unía aquella conservera con nuestro colegio, era una marea de mujeres que venía riendo y a veces cantando, con tinajas de mejillón con auténtico y único sabor a mar, limpiado por sus manos, trabajado con esmero y mucho cariño.”
“Me encantaba subirme a la chalupa del abuelo y cruzar la ría al atardecer. Regresar de las bateas e imaginarme a mi madre en casa preparando el mismo escabeche con el que se enlataban los mejillones en la fábrica. Ya en la mesa, entre el jolgorio de la cena, buscaba siempre la mirada del abuelo, el guiño con el que me decía: «Todo esto es cosa nuestra, marinera; nuestro secreto».”
“Una por una a mano en largas jornadas, así recogían mis abuelos, padres y tios patatas que parecía ser como tesoros. Patatas de un color ingualable, que cuando mi abuela corta con cariño, sabíamos que se convertirían en patatas fritas por las que pelearíamos sin que mi abuela pudiese incluso dejarlas enfriar después de haberlas sacado de aquel oro líquido.”
“Recuerdo los antiguos veranos en la aldea, en la casa familiar; las rodillas peladas y la espalda quemada por el sol. Las celebraciones con los primos y los abuelos, las meriendas en el campo, las noches de fiesta en la plaza. Al entrar en casa, el olor de las patatas fritas lo llenaba todo. La abuela siempre tenía una sartén enorme al fuego, «¿A que tienes hambre? -me decía en cuanto aparecía por la puerta». Nunca le dije que no.”
“Cada año el final del verano venía marcado por esos días en los que mi Villa se llenaba de vendimiadores llegados de cualquier parte del mundo. Eran montones y montones de mujeres y hombres de todas las edades que inundaban los bancales de las viñas, mientras unos cortaban con cuidado los racimos cepa por cepa, otros cargaban a sus espaldas tinajas repletas de uvas de color intenso. Los niños observábamos desde las riberas aquel espectáculo, se asemejaba a un hormiguero que avanzaba a ritmo constante mientras nosotros esperábamos ansiosos a que llegase la fiesta con la que todo terminaba y la villa volvía a la normalidad.”
“Siempre regreso a casa en septiembre, a los olores de la uva y del hollejo. Los bancales de las laderas del Miño son una agitación de mujeres cortando los racimos y hombres carreando los cestos hasta los caminos. Pendientes imposibles donde las cepas crecen desde hace siglos en un equilibrio perfecto con la tierra y el clima. Pura felicidad para quienes, cada año, acudimos a la vendimia a echar una mano a la familia. Todo un modo de vida: viticultura heroica. ”
Te invitamos a descubrir historias personales, historias contadas por sus protagonistas relacionadas con productos locales. Haz clic en tu comunidad y vuelve a disfrutar con los olores y sabores de siempre.
